Desde la
Iglesia Parroquial de San José de Benissuera hasta la Iglesia de San José de
Nazaret distan en línea recta 3.877,19 kilómetros. Un gran trecho entre España
e Israel y sin embargo durante siglos no fue obstáculo para que numerosas personas,
abandonando la seguridad de sus tierras, partiesen en busca de los Santos
Lugares, donde Cristo vivió, murió y resucitó. Cuanto más con el avión
comercial han sido millones de mujeres y hombres procedes de los cinco
continentes que hemos caminando siguiendo las huellas del Maestro. La
peregrinación comenzó con el tañido de las campanas del Miguelete anunciando la
medianoche del 7 de enero. Desde la plaza la Reina de Valencia, a las 12 con
los compañeros partimos hacia el Aeropuerto Adolfo Suarez de Barajas y de allí
al amanecer a Tel Aviv. 4 horas 30 minutos tarda un avión en cruzar el
Mediterráneo desde el centro de España. Desde la ventanilla contemplo con
emoción la costa de Palestina, la Tierra Prometida, el dorado de sus playas.
Sientes que eres Moisés desde el Monte Nebo, el pueblo de Israel descendiendo
hacia la depresión del río Jordán. Y al abandonar el aeropuerto Ben Gurión,
miras alrededor, pisas la bendecida tierra donde Dios acampó. Nazaret está
cerca. “Ya he llegado a tu tierra, Señor”. Y el autobús nos traslada por las
autovías, son las cinco de la tarde, hasta Nazaret, el pueblo de Jesús, alzamos
los ojos y miramos: la cúpula de la Basílica de la Anunciación. Silencio.
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