viernes, 6 de marzo de 2020

7 de enero. Tel Aviv.


Desde la Iglesia Parroquial de San José de Benissuera hasta la Iglesia de San José de Nazaret distan en línea recta 3.877,19 kilómetros. Un gran trecho entre España e Israel y sin embargo durante siglos no fue obstáculo para que numerosas personas, abandonando la seguridad de sus tierras, partiesen en busca de los Santos Lugares, donde Cristo vivió, murió y resucitó. Cuanto más con el avión comercial han sido millones de mujeres y hombres procedes de los cinco continentes que hemos caminando siguiendo las huellas del Maestro. La peregrinación comenzó con el tañido de las campanas del Miguelete anunciando la medianoche del 7 de enero. Desde la plaza la Reina de Valencia, a las 12 con los compañeros partimos hacia el Aeropuerto Adolfo Suarez de Barajas y de allí al amanecer a Tel Aviv. 4 horas 30 minutos tarda un avión en cruzar el Mediterráneo desde el centro de España. Desde la ventanilla contemplo con emoción la costa de Palestina, la Tierra Prometida, el dorado de sus playas. Sientes que eres Moisés desde el Monte Nebo, el pueblo de Israel descendiendo hacia la depresión del río Jordán. Y al abandonar el aeropuerto Ben Gurión, miras alrededor, pisas la bendecida tierra donde Dios acampó. Nazaret está cerca. “Ya he llegado a tu tierra, Señor”. Y el autobús nos traslada por las autovías, son las cinco de la tarde, hasta Nazaret, el pueblo de Jesús, alzamos los ojos y miramos: la cúpula de la Basílica de la Anunciación. Silencio.


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