El cansancio de
quien apenas ha dormido desde el lunes por la tarde vence el cuerpo. Regreso a
la Casa Nova. Allí el italiano camina por sus pasillos, escaleras y salas.
Fácil imaginarse en el país europeo más similar a España. Y recuerdo a mis
amigos italianos de San Giusepe de jato, en Palermo (Sicilia): Giuseppe, Anna y
Aurora. La habitación me espera, con su solitarias camas, la mesa, la mesilla y
una ventana con su persiana veneciana de madera. La abro. Esta se encuentra en
la parte opuesta a la fachada situada frente a la basílica. Es de noche. Los
ojos se deslizan entre los edificios de la ciudad, los patios de luces, las
puertas y las ventanas iluminadas. Es Nazaret. Sobre las cuevas y calles de la
aldea de Jesús conviven cristianos y musulmanes. Escucho el silencio. Observo.
Las personas nacen, crecen, se marchan, regresan, mueren, pero el pueblo
permanece. Aquí, en este lugar en los primeros años de nuestra era Jesús jugó,
trabajó y durmió, aquí Dios comenzó a vivir la vida humana
viernes, 6 de marzo de 2020
8 de enero. La Gruta.
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8 enero. Llueve en Nazaret. La cueva de Jesús.
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